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martes, 12 de mayo de 2020

Nuestra Señora de los Ángeles de Torreciudad


NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES DE TORRECIUDAD - HUESCA


 Historia de una devoción milenaria

La imagen de la Virgen de Torreciudad fue entronizada en 1084 en una ermita junto al río Cinca. Es una talla románica protagonista de una devoción verdaderamente secular: durante más de nueve siglos, generación tras generación, ha recibido la visita en peregrinación de los vecinos de los alrededores, que le han confiado sus alegrías y penas, han pedido por sus necesidades y le han agradecido favores y gracias.

Enciclopedia de la Virgen
3 octubre 2004

Trabajo editado por Edibesa y que recopila disparidad de temas en torno a la Virgen

La Enciclopedia de la Virgen es un trabajo editado recientemente por Edibesa y que recopila disparidad de temas en torno a la Virgen. En su interior se divulga en las páginas 1.762 a 1.765 un artículo sobre Nuestra Señora de los Ángeles de Torreciudad.

El texto empieza hablando del origen de esta advocación mariana del S. XI y la posterior construcción del nuevo santuario, por iniciativa del fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá, refiriéndose al lugar como “uno de los grandes focos de marianismo para España y para toda la Iglesia”.

A continuación reproducimos las notas que se pueden leer en el citado volumen, adjunto a la Biblioteca Mariana, dirigido por José A. Martínez Puche.

TORRECIUDAD, NUESTRA SEÑORA DE LOS ANGELES

Advocación mariana del siglo XI, cerca de Barbastro, Huesca, que podría haber pasado inadvertida, como tantos miles de imágenes y ermitas diseminadas por los pueblos y campos de España. Pero un acontecimiento providencial en la infancia de San Josemaría Escrivá unió la vida del fundador del Opus Dei a esta advocación mariana, y sus seguidores han restaurado la imagen, han construido un grandioso santuario y hoy Torreciudad es uno de los grandes focos de marianismo para España y para toda la Iglesia. El carmelita Eduardo T. Gil de Muro describe así la actualidad de Torreciudad (María, Madre de la Hispanidad, págs. 40-42. Edibesa, Madrid, 2002)

«Se mira en el embalse de El Grado. y refleja en sus aguas el color rojizo de sus paredes. Y la altura erguida de su torre. Y las cupulinas que rematan, con rara gentileza, las techumbres del santuario.

«..Un poco más allá, por donde antes estaba el escarpado camino que conducía a la vieja ermita, todavía enseña sus muñones una torre o cubo de muralla o minarete encaramado. Está como volviendo hacia la ermita lo que le queda del recuerdo de otros tiempos. Daría la impresión de que es como un peregrino de piedra que se ha quedado enquistado ahí: frente por frente de la casita de Nuestra Señora. Porque la vieja ermita era sitio de citas con la devoción. Venían las gentes hasta aquí, en el día de la fiesta. Gentes de Barbastro. Gentes de Monzón. Gentes de Somontano. Gentes de El Grado. Resulta que la Virgen de Torreciudad era una Virgen llena de prodigios. Una Virgen que ya estaba ahí cuando de ella nos habla el historiador Faci en años del siglo XV. Que, por tanto, antes de que el historiador se fijara en ella y en su capacidad de convocatoria, ya tenía que tener la Virgen muchos años de convivencia en medio de esas gentes del Alto Aragón oscense. No hay que olvidar que, ya en 1083, se había ocupado por las tropas cristianas de la reconquista el pueblecito de Graus, sobre las orillas del Cinca. Y Torreciudad, desde entonces, estuvo regida por mandatarios cristianos que, naturalmente, promocionarían un tipo de vida religiosa en que Nuestra Señora llegaba a formar parte como cosa sustancial y repetida.

“Hay, pues, en Torreciudad una ermita pequeña, recoleta, muy llena de atmósfera recogida y silenciosa. Una ermita que ha sido restaurada recientemente por los miembros del Opus Dei. Los cuales, con indudable acierto, le han respetado a la ermita el aire rural y montañés que tenía en sus orígenes. Por el camino de los Dolores y Gozos de San José se baja hasta ella. Colgada casi sobre el acantilado del pantano. Haciendo guiños al agua en las tardes de más impetuoso silencio. Esperando a que las gentes -muchas ahora y todos los días- bajen y recen. Bajen y lloren. Bajen y se gocen con esta presencia de Nuestra Señora, tan llena de poesía y de recuerdos.

“La imagen pudo ser tallada en el siglo XI. No se dice de su aparición ningún especial milagro. Cualquier varón venerable la pudo hallar, si alguna vez estuvo oculta. O cualquier caballero cristiano la pudo traer consigo, sobre el arzón del caballo, como hacían tantos caballeros y aun reyes cuando iban a entrar en la batalla. El caso es que se puso allí, en Torreciúdad. Y tuvo altar y nicho. Y tuvo romería.


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